martes, 27 de abril de 2010

Capítulo I


Deben haber sido pasadas las diez de la mañana cuando emprendió el regreso a casa. Avanzaba intentando mantener la compostura, para no llamar la atención de los transeúntes que a esas horas repletaban las calles de Providencia con Manuel Montt. La fila del banco Santander, que se ubicaba justo debajo de su departamento le dificultaba el paso. Se abalanzó entre la gente hasta dar con la cerradura de la reja de entrada al edificio. A duras penas subió las escaleras que la llevaban al segundo piso en que vivía. Después de tres o cuatro intentos por introducir la llave en el pequeño agujero de la puerta de entrada dio un tranco certero hacia el living y avanzó triunfante hasta su habitación, dejando en el camino los zapatos y una chaqueta, que había decidido, sería lo único que se quitaría para dormir.

Al recostarse notó que las paredes de su dormitorio giraban cada vez más rápido, por lo que decidió apoyar un pié en el suelo y afirmarse del velador con un brazo. Mientras lo hacía, sintió las manos frías de Jorge invadir su intimidad. Recorrer su cuerpo con esa calentura que busca una rápida aprobación para cumplir con su cometido. Se sintió desorientada, no sabía que iba a estar ahí. Seguro llegó con Vicente, pensó. En ese momento, en todo caso, lo único que estaba claro es que no lo quería en su cama.

- Qué estás haciendo aquí?, le preguntó furiosa, sin dejarlo responder.
- Sal de mi cama ahora, ya, levántate hombre, ándate, continuó.
Las náuseas comenzaban a apoderarse de su cuerpo a una velocidad preocupante. A duras penas podía mantenerse en pié y Jorge no estaba mejor que ella. Definitivamente iba a ser imposible echarlo de su habitación, ya que ni siquiera se había dignado a responder ante su enojo, sino que la miraba fijamente haciendo caso omiso a sus palabras. Con una sonrisa, que entre la borrachera, intentaba parecer seductora.

Cuando finalmente logró acomodarse, Jorge fue nuevamente poco a poco buscando su cuerpo. Intentó abrazarla, mientras Antonia - un tanto entregada a su destino - no hizo ademán de alejarlo demasiado. El cansancio y un insipiente dolor de cabeza estaban terminando por quitarle las pocas energías que le quedaban para discutir. Sacó fuerza de flaquezas para intentar hacerlo entender que esa noche no estaba de ánimo para nada.

- Jorge, estoy cansada, me duelen las piernas de tanto estar de pié, tengo ganas de vomitar y de caliente tengo cero, por favor déjame dormir. Le dijo.
- Pero un ratito no más mi pajarito. Contestó.
- No, hombre, de verdad no quiero, necesito descansar. Le respondió un tanto desesperanzada. Sin embargo ante la insistencia de Jorge, y su agotamiento como para continuar con una discusión que no sabía si llegaría a un buen fin. Además del hecho de que no tenía ni la menor idea de que había estado haciendo él esa noche y sobretodo para evitar que las cosas se complicaran, decidió permitirle conseguir su objetivo.

Enfocó la vista en la ampolleta que pendía de dos cables blancos y uno rojo en el techo de su dormitorio con el fin de disminuir el mareo. Mientras el cuerpo de Jorge se apoderaba de su intimidad encadenándola en un vaivén que parecía no terminar nunca. No pudo evitar que el paso de las imágenes de su padre se agolparan unas a otras en su cabeza mientras comenzaba a disfrutar - con un instinto morboso - el dolor que el sexo de Jorge le provocaba al penetrarla. Cada vez que esos recuerdos se agolpaban en su memoria, su mirada parecía perdida en una vorágine entre el odio y la nada.

Podía sentir las pulsaciones del miembro de Jorge dentro suyo, cerró los ojos mientras en el aceleramiento del placer él se aferraba un tanto violentamente a su cuerpo. Endureciendo sus músculos para luego relajarlos hasta acabar. Se mantuvo unos segundos sobre ella antes de que Antonia reaccionara y lo empujara de su lado. Necesitaba dormir y sobretodo no quería tenerlo cerca.

Permaneció varias horas despierta, casi inmóvil mientras las lágrimas recorrían su rostro. Odiando a Jorge, odiándose a sí misma y recordando a esa pequeña niña - que alguna vez fue - escondida tras la puerta de su dormitorio, mientras observaba asustada lo que ocurría al otro lado del corredor. Con esas imágenes se fue quedando dormida. Al despertar Jorge ya no estaba a su lado.